20 de octubre de 2009

de Fernando Arrabal a Alain Crombecque


Un precioso y sentido texto de don Fernando Arrabal para Alain Crombecque, director del Festival de Otoño de París y ex director del Festival de Aviñón, fallecido en París, a los 70 años de edad:

¡Viva Crombecque!
Alain Crombecque acaba de ocultarse (como Christian Bourgois). Sobriamente. Hace casi medio siglo apareció desde ninguna parte (como Ch.B.). En velosolex. Nada raro que concluyera su existencia en el metro.
Se callaba en un universo en el que no sabemos guardar silencio. En un mundo de chistes de jacuzzi para la Gioconda. Se acercó al teatro, por vez primera, junto a mis obras. Una veintena de ellas. (Ch. B. publicaría 47 de mis libros). Las acompañó con el título que parecía más inadecuado para él: « attaché de presse ». Misión absurda que realizó absurdamente en silencio. Consiguiendo éxitos absurdos. Cuando las lágrimas sabían a whisky-new-god.
Comenzó, pues, su vida 'espectacular' con mi teatro. El cual inmediata y absurdamente fue tachado de "teatro del absurdo". ¿A causa de él? Sin comentario alguno por parte suya, "defendió" mis obras. Diré más bien que estuvo en ellas luciendo, a pesar suyo, el título. Más que luciéndolo, tapándolo todo. Y enclaustrándose en el último rincón. Con la esperanza aramea de Paul Gauguin.
Era una gozada verle frente al crítico "más importante del siglo" o el "periodista más influyente de la tierra". Era capaz, en sus buenos días, de abrir la boca. Pero impertérrito. Y ya, dicharachero, podía opinar con un 'brr' en neo-español. Pero todo lo que tocaba se convertía en éxito. E incluso, alguna vez, económico. Madame Roubeyanski podía jugarse todas las noches en un casino el dinero que ganaba gracias a él. O el famoso comediante su porcentaje en prostitutas de lujo y por parejas en la 'città di sole'.
Desde "...y pusieron esposas a las flores" hasta "Bestialidad erótica", pasando por "Una tortuga llamada Dostoyewski" o "Los dos verdugos", gracias a su taciturnidad, se representan mis piezas con constante atención. Mejor aún mi "Cementerio de automóviles" lo convirtió en espectáculo "culto". Desde Ramón Lameda, Ruth Escobar hasta Jorge Lavelli o Antonio Díaz Florián de mano suya todos consiguieron que mi teatro se representara en París y "en el mundo entero". ¿Disponía de una tercera mano como el manco Cervantes?
Alguna vez coincidí con él en Londres. Inolvidable 'mi' -¡no!: 'su'- "Laberinto" dirigido por Jérôme Savary. O en Sâo Paulo 'mi' "Primera Comunión" realizada por Víctor García, deslumbrante. Sabía callarse, más allá de las fronteras, con la misma dexteridad políglota cuando la inmortalidad bosteza.
Luego me alejé de él por el 'paso cebra' (como de Ch. B.). Sin darme ni cuenta como fakir traga-boeings. ¿Me siento demasiado 'anar' para codearme con triunfadores? Supe que con todos los merecimientos se había convertido en 'vice-ministro' de Cultura. Normal. Me enteré de que regía con el mismo acierto el Festival de Otoño o el de Aviñón. Más normal aún, con lunas de kabuki.
De pronto y sin saber por qué, hace unos días, almorzamos juntos (como antes con Ch. B.). Al cabo de noventa y pico años. Quería que le enseñara la estrategia del ajedrez a su adorada hija. Su adorable Helena. Para correr hacia el pasado ¡más deprisa! Tuve que confesarle que aunque desde hace medio siglo se me ve siempre ante "mi eterna partida de ajedrez" (André Breton dixit, y añadía, para mayor vilipendio, "con Duchamp"), este juego es una de mis frustraciones. Tengo tantas posibilidades de ganar a la adolescente ajedrecista china Hou Yifan como a Tyson al boxeo. Entre silencio y silencio aprovechó una pausa para sacarme la copia de una carta. En ella le pedía al director de "La maison rouge" hacerme un homenaje durante el Festival de 2010. (Como Ch.B. me prometió reeditar los 47 libros que comenzó a publicar de chaval).
Luego me llevó a su pisito beckettiano. Casi monacal. No me hubiera extrañado que, a lo Beckett rue des Favorites, se hubiera conformado con el diván que había junto a su cocina de bolsillo.
El huracán del dolor nos hace vacilar, destrozados por la muerte del amigo. Yo también quisiera creer que, entre la vida y la muerte, entre el cielo y la tierra, hay un puente tricolor que se llama arco iris. ¡Viva Crombecque!
Fernando Arrabal. París, 12-X-09 ('vulgaris') = 7, Haha de 137 de l'E. 'P. (S. Prout abate)